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UN TEMA DE TOTAL IMPORTANCIA

En este blog no trato solamente de temas referentes a colegios (lo bueno y lo malo), sino también educo y oriento a los padres de familia.

Aquí un tema que me pidieron por facebook.

Aquí mi análisis como psicólogo.

Se los explicaré sin emplear muchos términos “clínicos” ¿ok padres de familia?, espero que coincidamos en varios puntos cuando finalicen de leer el estudio que realicé (aunque no es el único ni mucho menos el último), además encontrarán muchas respuestas.

Aquí les va…

La pregunta que muchos padres me hicieron durante el día: ¿Por qué puede matar un niño?

Casos a veces aberrantes pero reales como niños menores de diez años que torturan y matan a sus hermanos menores, adolescentes que asesinan a sus compañeros de clase o a sus padres, adolescentes que por un pago de personas inescrupulosas pueden matar a cualquier adulto sin remordimientos. ¿Se han puesto a pensar qué les lleva a ellos cometer estos actos horrorosos? ¿Un adulto, un juego de “Computadora, Play o Wii”, o quizás el imitar la violencia en casa y llevarla al extremo?... ¿Quién o quiénes son los culpables?

Si hay algo más horrible que un horrible crimen es que quien lo cometa sea un niño. A caso estamos hablando de criminales en la edad de la inocencia. ¿Cómo es posible semejante contrasentido en esta vida?
Niños violentos, ciertamente los hay (en cualquier lugar), pero casos en los que esa violencia se lleve al extremo de matar son muy excepcionales. Estos actos cometidos por los pequeños nos sobrecogen especialmente porque se supone que son inocentes, así como también nos sobrecoge la idea de que un niño, que todavía no ha vivido, pueda suicidarse.

La violencia nos repugna porque en el proceso de socialización hemos desarrollado mecanismos de inhibición, de manera que, cuando vemos comportamientos violentos, nos parecen antinaturales, y mucho más si se dan en niños. En realidad, hay muchos niños “difíciles”, pero sólo unos cuantos llegan a ser violentos, y muy pocos, poquísimos, llevan esa violencia a situaciones extremas. Son muy pocos, ciertamente, pero cuando ocurre, todo nuestro andamiaje moral se nos tambalea.

Se preguntarán ¿Cómo es posible que un niño pueda llegar a matar?

Bueno para que un niño se convierta en asesino han de darse una serie de condiciones: Que haya un daño cerebral que afecte a los mecanismos reguladores de la conducta y provoque una impulsividad extrema (los famosos “berrinches” sin control), o que tenga alguna vulnerabilidad de tipo biológico o psicológico. Para que una acción acabe en un homicidio se requieren dos tipos de componentes: de personalidad y de oportunidad.

Por ejemplo, el niño que quiso sacar a su hermanita de la cuna (para cargarla) y luego se le cae al piso de cabeza, o el niño que le lanzó una piedra a la cabeza de su amigo (en el parque) porque le dijo tonto, o quizás el empujón que le dio una niña a su hermanito y lo hizo rodar por las escaleras sin querer. En estos ejemplos los niños no tienen la intencionalidad de matar. Lo que sucede es que, en una situación emocional determinada (de celos, por ejemplo), se encadena una serie de actos que pueden incluir la violencia, y que si se dan ciertas circunstancias pueden acabar en un homicidio. En la violencia infantil, los componentes de oportunidad son muy importantes, por eso siempre hay que estar muy atentos a la conducta que tengan sus hijos.

Ejemplos más horrorosos existen como por ejemplo un niño se seis años se pelea con su compañero de clase porque se burló de “la separación de sus padres”. El niño vivía en una zona residencial, no le faltaba nada de nada pero vivía en un entorno familiar caótico donde imperaba “los golpes e insultos” del padre hacia la madre, ellos solo “convivían por guardar apariencias”. Un día el pequeño quiso vengarse de su padre y encontró la oportunidad: cogió sin problemas la pistola de su padre y por la noche en su cama lo mató con “un disparo sin dirección”. ¿Suena macabro no? pero ocurrió.

Además de existir “estas oportunidades”, en muchos homicidios infantiles hay elementos de imitación, porque la violencia puede ser muy contagiosa. Para que ese niño (el ejemplo anterior) pudiera matar a su padre tenía que haber visto una pistola en su casa, saber cómo se carga y cómo se dispara, y haber interiorizado como algo normal que ésa es una forma de resolver los conflictos ¿cierto?. No todos los niños asesinos viven en ambientes degradados, pero en la corta vida de muchos de ellos aparece un elemento en común: falta de amor, abandono y malos tratos.

Abandono, pobreza, carencias emocionales y malos tratos son ingredientes comunes de muchas de estas tragedias. Miles de niños viven en la misma situación y no se convierten en homicidas. Pero ¿por qué otros sí? Un niño maltratado puede llegar a ser un maltratador si queda atrapado en la telaraña del sufrimiento. No es, ni mucho menos, una “ley forzosa”. La capacidad de los niños de recuperarse y hasta de salir reforzado de la adversidad, es extraordinaria (para mí los niños junto a su mente son excepcionales).

Los mecanismos del cerebro humano son un gran misterio revelando siempre sus secretos. Uno de los más interesantes es cómo afectan los impactos emocionales de la vida en la estructura mental que heredamos en nuestros genes.

La pregunta: ¿Pueden estos impactos llegar a modular el desarrollo del cerebro en un niño?
Determinadas condiciones de vida pueden llegar a alterar las estructuras cerebrales que controlan los impulsos. Es decir, que una situación de maltrato reiterado puede dejar huella en el cerebro del niño, todavía en fase de maduración.

El maltrato puede dañar los circuitos cerebrales que controlan los instintos agresivos. La diferencia entre un instinto agresivo y un acto de violencia aparece cuando reacciones normalmente instintivas se convierten en acciones voluntarias destinadas a dañar a otro (está fácil de entender). Lo cual nos lleva a otra pregunta: la violencia, ¿se hereda o se aprende? Desde luego, se hereda parte y también se aprende. Lo que no está claro es en qué proporción se combinan ambos factores en cada caso.

Si un niño tiene un temperamento proclive a la violencia y nadie le pone límites desde muy pequeño, las posibilidades de que la educación pueda llegar a modular su comportamiento son cada vez menores. Pequeñas transgresiones que no se han controlado a los tres años pueden dar lugar a una conducta incorregible a los 10 (lo que les decía).

La mayoría de los niños pequeños “pega” para conseguir algo, pero la mayoría de ellos aprende que la agresión física no es una conducta tolerable (intervención y corrección). Ellos empiezan a aprenderlo en la misma casa (si hubiera hermanos con cercana edad a él), en la guardería, el pre-kinder o en el kinder, pero con la explicación de un adulto deja de hacerlo (corrección y explicación).

Debido a la falta de “explicación y corrección” algunos de estos niños pueden llegar a la adolescencia sin haber tenido un buen desarrollo moral, sin haber aprendido a diferenciar lo que está bien de lo que está mal, y a decidir, en caso de conflicto, el mal menor. Eso es algo que se aprende con la educación y esta es responsabilidad propia de los padres, pero muchos niños no han tenido la oportunidad de recibirla o son especialmente resistentes a ella, con lo que pueden caer en conductas antisociales y violentas, de las que su propia familia puede ser la primera víctima.

Estos niños, especialmente los que agreden a sus padres, suelen tener un egocentrismo muy marcado y claras deficiencias de empatía. Es ese niño que se considera el centro del mundo, que aprende a ver a los demás como meros instrumentos para satisfacer sus deseos. A veces ustedes padres contribuyen a consolidar esta personalidad dándole siempre lo que pide, más allá de lo que necesita e incluso de lo que pueden permitirse. Como no toleran la frustración y no están acostumbrados a esforzarse para resolver los problemas, tienen brotes de ira cada vez más frecuentes, que acaban en un estado de descontrol y, al final, de violencia.

En adultos es relativamente fácil llegar a diagnosticar una psicopatía, pero ¿se puede hablar de psicopatía en el caso de los niños? Yo creo que no, ni en el caso de los niños, ni en el de los preadolescentes. La psicopatía es un trastorno de la personalidad, y esta no acaba de madurar hasta el final de la adolescencia, aunque es difícil establecer límites precisos porque es un proceso.
Para la ley no se puede hablar de psicópatas hasta los 18 años: Antes de esa edad podemos hablar de trastornos de la personalidad o personalidad inmadura, pero no de psicopatías.

Para mí sí se puede hablar de psicopatía en menores. El problema es que la psicopatía no afecta a la voluntad (el agresor sabe lo que hace), pero la legislación considera que los menores, hasta cierta edad, son irresponsables, y ahí tenemos un lío muy grande.

En todo caso, lo que sí existe son elementos temperamentales que podrían favorecer las conductas violentas. ¿Qué elementos? Básicamente tres: dureza emocional, impulsividad y ausencia de miedo. La dureza emocional implica que son niños que se conducen siempre con una cierta frialdad.

Niños que no muestran empatía, que no se conmueven ante el dolor de los demás (ante un pago por un sicario estaría “feliz” ya que con el dinero “por el trabajo realizado” compraría algo que desea). En un ambiente de malos tratos, carencias emocionales y falta de cuidado, muchos niños aprenden a inhibirlas emociones; a no sentir miedo, o rabia, o soledad como un mecanismo de defensa psicológica. Si no sienten, no sufren. Otras veces, esa insensibilidad forma parte del temperamento del niño, y con frecuencia se expresa maltratando a los animales.

Son, en segundo lugar, niños con un alto nivel de impulsividad y atrevimiento. Siempre están bordeando los límites, siempre al filo del precipicio. Tienen muchas dificultades de autocontrol. Y esto se combina con el tercer elemento: la falta de miedo, una cierta incapacidad para comprender o visualizar los efectos de las acciones que emprenden (el elemento más preocupante). En estos niños, el castigo no sirve de nada. Ni el castigo físico, ni la amenaza, les produce el más mínimo impacto. Impasibles a la “bronca”, suelen sufrir frecuentes accidentes porque siempre transitan por “el filo de la navaja”.

En los casos de comportamiento violento suelen darse, con mayor o menor intensidad, los tres elementos. Si además se añade una capacidad cognitiva limitada, el riesgo es entonces muy, muy alto, porque cuando se presenta una situación de conflicto pueden resolverla de la peor manera posible (resultados fatales).

Deben estar de acuerdo conmigo, hay niños de 12 años que parecen adultos y jóvenes de 18 que parecen niños de primaria. Desde el punto de vista evolutivo, la infancia se prolonga hasta los 10 o 12 años y luego llega la adolescencia, con una fase intermedia en la que todavía quedan muchos rasgos infantiles. A los 10 años, los niños pueden distinguir el bien del mal, pero no saben qué es moralidad.

Un niño aún no ha madurado todavía los elementos psicológicos necesarios para adoptar de forma consciente una conducta violenta, pero puede albergar sentimientos de vergüenza, humillación o baja autoestima, y como son acumulativos, el conflicto suele estallar en la adolescencia. Son esos chicos acomplejados, irritables, con baja autoestima y relaciones sociales y familiares deficientes, que no han desarrollado sentimientos de empatía.

La humillación, sea motivada o no, es algo muy doloroso, y puede desencadenar un mecanismo mental por el que se atribuye a los demás la causa de todos los males. El agresor va incubando deseos de venganza, es decir: “tienden a fantasear” y acaban confundiendo la fantasía con la realidad, o mejor dicho, haciendo realidad su propia fantasía.

Las fantasías y la ambición suelen ser la antesala de la muerte, más aún si la inocencia de los niños junto a su fantasía y ambición son “manipuladas” erróneamente (por gente inescrupulosa que le gusta lo fácil) como lo hemos visto estos últimos días en las noticias.

Y con respecto a la televisión, bueno primero analicemos lo nuestro y  dejemos el “cable” de lado un momento. La programación de la tv peruana consiste en mostrar toda la realidad sin censura, eso significa que los niños “televidentes” están inundados con programas que “representan en todo su esplendor” contenidos no apropiados como el empleo de un lenguaje ofensivo, violencia física y moral a diestra y siniestra sea “armada o real”. Estamos infestados de “porquería” en la mañana, “porquería” en la tarde y “porquería” en la noche. Lo gracioso es que todos los que trabajan en estos programas siempre están orgullosos de seguir saliendo en cámaras aunque estén “caídos de ética y moral”. Debido a esto los niños empiezan a “copiar los actos que observan” dando como resultados comportamientos inestables, insensibles o agresivos. Ojo siempre vigilia que ven tus niños en la tv, oriéntalos y explícales el por qué no pueden ver algunos programas, y otra cosa “mala idea el que los niños tengan un tv en su cuarto” (al menos en etapa escolar).

Aquí termino…

Como respuesta a la pregunta inicial: Un niño con falta de amor, abandono y malos tratos puede “responder de muchas formas”. La única solución es EL NUNCA DEJARLES DE DAR AMOR, ELLOS SIENTEN Y PIENSAN, NECESITAN DE TU ATENCIÓN AL MENOS POR UNOS MINUTOS (OJO MINUTOS DE CALIDAD)Y AYUDA SIEMPRE A RESOLVER SUS INTERROGANTES.

TEN PRESENTE QUE ELLOS SIEMPRE LOS NECESITARÁN A USTEDES… Y ¿POR QUÉ LOS NECESITARÁN? RESPUESTA MUY FÁCIL: PORQUE SON SUS PADRES.

NO TE ASUSTES ¿ok?... SOLAMENTE REFLEXIONA.

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